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Ansiedad

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¿Qué es la Ansiedad?

La ansiedad es un estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y un fuerte sentimiento de inseguridad.

Ansiedad: Síntomas

Cuando se sufre ansiedad, la persona experimenta una sensación de preocupación constante, y tiene la impresión de “estar atrapada” o con los “nervios a flor de piel” de forma persistente. También se pueden presentar síntomas físicos, como dificultades de concentración, súbitos vacíos mentales (“quedarse con la mente en blanco”), tensión muscular, trastornos del sueño, irritabilidad y exceso de fatiga sin causa aparente.

Otros síntomas a nivel fisiológico asociados al estado de ansiedad son los mareos, las palpitaciones, la sensación de presión en el pecho, la sudoración excesiva, la sequedad en la boca o las molestias epigástricas (molestias abdominales).

La ansiedad se encuentra relacionada con la expectativa de que algo sucederá, anticipando efectos negativos antes de que la situación llegue, o acaso se produzca. Así, son sentimientos recurrentes en los cuadros de ansiedad: el temor a que uno mismo o un familiar caiga enfermo o sufra un grave accidente, el miedo a perder el empleo, el temor a no ser  capaz de realizar determinadas tareas o de asumir ciertas responsabilidades…

En los niños, es común que la ansiedad se manifieste a través de la constante y excesiva necesidad de protección parental, la angustia extrema ante encuentros sociales cotidianos y las quejas somáticas reiteradas (malestares físicos transitorios que se manifiestan de forma repetida, sin causa física aparente, pero que suelen esconder una causa psicológica).

Ansiedad y Estrés

En muchas ocasiones ansiedad y estrés se usan como sinónimos, entendiendo en ambos casos un mismo tipo de reacción emocional, caracterizada por múltiples síntomas físicos (dolores, rigidez, temblores, agitación…) y síntomas psicológicos (inquietud, irritabilidad…). Sin embargo, la ansiedad es una reacción emocional de alerta que surge de anticipar una amenaza real o imaginada, mientras que el estrés es un proceso más amplio de adaptación al entorno frente a determinadas situaciones concretas, convirtiéndose en distrés cuando la persona siente que las situaciones actuales superan su capacidad de afrontamiento.

No obstante, ambos trastornos comparten síntomas y suelen manifestarse de forma conjunta, por lo que el enfoque psicológico de cara a un tratamiento eficaz parte de las mismas premisas terapéuticas.

Ansiedad: Tratamiento

En una primera entrevista, reconocemos la ansiedad gracias a aquello que nos relata el paciente sobre sus síntomas, sus emociones o sus sensaciones: pérdida de control, frustración por no poder hacer nada para cambiar lo que acontece, sensación de confusión…

También atendemos a los indicios físicos, bien porque el propio paciente nos informa, bien porque el terapeuta los detecta: embotamiento en la expresión, temblores, sequedad en la  boca, sudoración…

En síntesis, recabamos información de todas aquellas variables que se recogen en nuestros protocolos de atención a pacientes, respetando en todo momento el ritmo y los tiempos de cada persona.

Posteriormente, ubicamos esta sintomatología en un diagnóstico diferencial, midiendo la intensidad de la misma, para valorar el formato de intervención más apropiado.

En una primera fase del tratamiento, terapeuta y paciente elaboran un registro de la ansiedad, con el fin de acotar al máximo los contextos y las pautas relacionales que la promueven. Posteriormente, se analiza todo ello en busca de “pequeños desencadenantes” que puedan activar redes neurales asociadas a representaciones mentales de recuerdos o vivencias dolorosas. Son lo que denominamos “disparadores de ansiedad”.

Una vez identificados los disparadores, terapeuta y paciente van co-construyendo una descripción exhaustiva de las dinámicas intrapsíquicas que otorgan poder a estos estímulos para desencadenar una reacción tormentosa.

Los disparadores actúan a modo de talismán, con un gran poder sugestivo, por su capacidad de conmover a la persona con sus rasgos simbólicos. En la terapia, psicólogo y paciente llevan a cabo una exploración de la memoria, para entender a qué recuerdo de la biografía conduce dicha simbología, que activa mecanismos de alerta desactualizados (es decir, excesivos).

A lo largo de las sesiones, promovemos la integración de las diferentes memorias cerebrales: la memoria semántica, ubicada en la amígdala, el “archivo de las emociones”; y la memoria episódica, ubicada en el hipocampo, el “archivo de los relatos”. Para integrar ambas memorias, nos apoyamos en estilos de relación terapéutica capaces de relajar los estados de alerta en la consulta, de modo que el psiquismo – el conjunto de procesos psicológicos que constituyen la actividad mental de una persona – incurra en la manifestación de emociones y recuerdos que permitan reprocesar la experiencia pasada en un contexto seguro.

La ansiedad, a menudo, no se corresponde tanto con experiencias difíciles actuales, como con el impacto exponencial que las mismas pueden generar por activación de experiencias pasadas, no integradas de forma satisfactoria.

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