El suicidio se ha convertido en uno de los principales problemas e incógnitas de la sociedad actual. Sin embargo, la población general juega un papel activo en su prevención. ¿Cómo podemos detectar la intención suicida? ¿Cómo podemos prevenirla?
El suicidio se ha convertido en una de las 10 principales causas de muerte según la Organización Mundial de la Salud. Se estima que cada día se suicidan 1.110 personas, siendo cientos de miles las que llevan a cabo un intento. Este problema se representa en las distintas culturas, religiones o posiciones geográficas ya que cualquier persona puede sentir en algún momento que su vida no tiene sentido.
Por lo que respecta al suicidio en España, se ha observado que este problema genera la muerte de 4.000 españoles al año. Hasta hace poco tiempo, ha sido considerado un “drama silencioso”, siendo un tema que siempre había sido encubierto o escondido debido al estigma que generaba. A pesar de ello, cada día son más las personas que tratan de romper este tabú, compartiendo abiertamente su dolor por la pérdida.
A través de las distintas investigaciones, se ha observado que la prevalencia del suicidio se ha incrementado en los últimos años, convirtiéndose en una de las principales causas de muerte y, por tanto, en un problema de salud que necesita una solución urgente.
En cuanto a las diferencias poblacionales se ha descubierto que, en muchos países, existe un alto número de suicidios entre los 15 y 29 años; aunque lo cierto es que donde más alta tasa encontramos es entre las personas de mediana edad y los ancianos. Por otro lado, se ha observado que mientras que los varones tienen una mayor prevalencia de muerte por suicidio, las mujeres llevan a cabo una mayor cantidad de tentativas. La razón de esta diferencia de género podría deberse a que los hombres suelen utilizar métodos más letales y violentos, lo que implica una mayor probabilidad de acabar con su vida.
Durante mucho tiempo se ha compartido, y extendido socialmente, una concepción errónea sobre el suicidio como “el deseo de morir”. Lejos de esta realidad se ha establecido la intención de acabar con una situación difícil de manejar como el principal motivo de esta decisión. De esta forma, no sería el deseo de acabar con la propia vida lo que moviliza la tentativa de suicidio, sino el deseo por eliminar el dolor o malestar generado por un evento al que la persona no encuentra otra solución. Asimismo, se ha observado que muchas de las personas que llevan a cabo esta tentativa buscan un alivio al sentimiento de carga hacia los demás, vergüenza, culpabilidad, rechazo, pérdida o soledad.
Factores de riesgo
Existen numerosos factores de riesgo que han sido relacionados con el suicidio. Algunos con los que se ha demostrado una relación más clara son la presencia de enfermedades psiquiátricas, el abuso de sustancias, una enfermedad física grave, el envejecimiento (debido a que supone una época cargada de pérdidas personales, funcionales, etc.), el fallecimiento de un ser querido, el desempleo y otros problemas económicos, problemas familiares o conyugales, la falta de proyectos vitales, la tendencia a revivir experiencias negativas del pasado o los trastornos del sueño crónicos. No obstante, es necesario destacar que generalmente coexisten muchos de estos factores, por lo que no se puede atribuir a una única causa.
Por otro lado, hay una serie de factores de riesgo que se han asociado con el suicidio durante la adolescencia:
- Casos de suicidio en la familia.
- Antecedentes de autoagresión.
- Situaciones de abandono o maltrato previas.
- Brotes de suicidio en personas jóvenes dentro de la comunidad.
- Ruptura sentimental.
- Disponibilidad y acceso a armas de fuego.
Asimismo, también se han encontrado otra serie de factores más relacionados con el suicidio en la tercera edad:
- Estar rotando por las casas de los hijos.
- Ser viudo.
- La soledad.
- Problemas o dificultades económicas.
- Presencias de trastornos psicológicos graves en la familia.
- Durante las primeras semanas tras un ingreso en una residencia.
El proceso del suicidio
A pesar de que la tentativa de suicidio y el suicidio consumado sean las formas más conocidas o representativas de este acto, no implica que sean las únicas. En realidad se trata de un proceso completo en el que deben ser tenidas en cuenta cada una de sus fases para poder detectar el momento en el que se encuentra la persona e iniciar una intervención inmediata. De esta forma, el suicidio es considerado un proceso continuo que pasa por diferentes etapas o expresiones.
Este proceso se compone por cuatro formas de comportamiento diferentes que se inicia con las amenazas relacionadas con cometer el suicidio, seguidas de los gestos, la tentativa y el suicidio consumado. Asimismo, la ideación suicida puede variar, encontrando diferentes formas de presentación:
- Deseo de acabar con la propia vida (“esta vida no merece la pena”).
- Representación suicida. Imaginarse llevando a cabo el suicidio.
- Pensamiento autodestructivo sin plan de acción.
- Idea suicida con plan indeterminado.
- Ideación suicida con planificación. Cuando la persona ha planeado todas las acciones o pasos para llevar a cabo la acción.
Todas estas manifestaciones o representaciones deben ser evaluadas y analizadas considerando que el diálogo abierto sobre el deseo de llevar a cabo el suicidio no aumentará la probabilidad de que éste se realice.
Prevención
Para la detección de la intención suicida la familia, los amigos y los profesionales de la salud juegan un papel fundamental siendo, por tanto, los agentes esenciales para su prevención. Generalmente, es posible observar una serie de comportamientos que actuarán como señales de alarma. Por esta razón, debemos estar pendientes a dichas señales para actuar de inmediato y acudir a los servicios de emergencia.
Algunos de los comportamientos que nos pueden indicar la posibilidad de que una persona lleve a cabo un intento de suicidio son los siguientes:
- Verbalizaciones o comentarios sobre la posibilidad de llevar a cabo el suicidio.
- Pensamientos frecuentes sobre este acto.
- Amenazas con cometer el suicidio.
- Preparativos relacionados con su desaparición (regalar objetos, redactar un testamento…).
- Pérdida de interés por actividades gratificantes o la apariencia física.
- Aislamiento social.
- Cambios bruscos de comportamiento.
- Mejora repentina en el estado de ánimo.
- Dificultades para concentrarse o pensar de forma clara.
- Presencia de comportamientos autodestructivos (consumo excesivo de alcohol u otras sustancias, autolesiones, etc.).
- Cambios en los hábitos de alimentación y sueño.
- Preparación de un plan de acción para cometer el suicidio.
- Comentarios negativos sobre el futuro.
Ante la visualización de este tipo de cambios, resulta esencial actuar rápidamente. Para ello, podemos ponernos en contacto con los Servicios de Emergencia (112), acudir a urgencias del hospital más cercano, informar a las personas más cercanas y, en el caso de que reciba un tratamiento psicológico o psiquiátrico, contactar con el especialista que trabaja con esa persona. Asimismo, es necesario retirar todos aquellos objetos que puedan ser utilizados para cometer el suicidio, así como acompañar en todo momento a la persona, manteniendo una escucha activa y evitando cualquier tipo de juicio o reproche.
Rafael Fenoy Castaño
Referencias
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Hermida, X. (2016). Suicidio, el gran tabú | Documentos | EL PAÍS Semanal. Revisado el 28 de septiembre de 2016 del sitio web: http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/suicidio-el-gran-tabu/
Luna, R. M. (2013). Se quiere suicidar, ¿Qué puedo hacer?. Revisado el 28 de septiembre de 2016 del sitio web:http://psicologaenmadrid.com/se-quiere-suicidar
MedlinePlus.gov. (2016). Suicidio y comportamiento suicida: MedlinePlus enciclopedia médica. Revisado el 28 de septiembre de 2016 del sitio web: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/001554.htm