Otro nuevo atentado terrorista, más víctimas: ¿cuáles son las consecuencias psicológicas y emocionales de los ataques? ¿Cómo podemos protegernos de ellas?
Últimamente los ataques terroristas son una noticia habitual en nuestros televisores, desgraciadamente. En anteriores posts hemos tratado cómo se genera un trauma, cómo podemos afrontar las situaciones traumáticas o por qué nos afecta más el terrorismo en unos lugares más que en otros. En esta ocasión, nos vamos a centrar en las consecuencias a nivel psicológico y emocional que generan en las víctimas, y también en cómo podemos protegernos todos de la repercusión a nivel psicológico de un atentado, así como otras recomendaciones para impedir que se forje el trauma.
¿Qué ocurre si hemos sido víctimas? ¿Qué consecuencias psicológicas y emocionales aparecen en las víctimas de terrorismo?
Cuando somos víctimas de un atentado terrorista, o familiar de una víctima los momentos son de confusión, pero después de ella, vienen otra serie de sensaciones y síntomas que sin un tratamiento adecuado, pueden generar graves complicaciones en la vida del afectado.
En las víctimas de terrorismo es posible encontrar otras consecuencias quizás menos conocidas como:
- Ataques de pánico, o lo que es lo mismo, la sensación de no poder respirar e incluso sensación de que uno puede morir (aunque esto nunca llega a ocurrir, pues sólo se trata de una sensación) ante situaciones que recuerdan lo que pasó.
- Episodios depresivos que implican la presencia de desánimo, frustración, tristeza excesiva y, en ocasiones, la presencia de ideación suicida (más común en personas que han perdido a un familiar en el atentado).
- Pérdida de interés en las actividades del día a día, incluso de las que resultaban placenteras.
- Sentimientos de inseguridad respecto al presente y futuro.
- Baja autoestima y sentimientos de poca valía.
- Sentimientos de inadecuación. Tras el atentado puede pasar que el afectado “no encuentre su sitio” o siente que “no encaja en su entorno”, incluso aunque antes sí se encontrase cómodo en esas mismas situaciones.
- Estados de ira y agresividad que impiden poder llevar una vida normal y recuperarse.
- Abuso de sustancias, especialmente de alcohol, como una estrategia para huir del malestar experimentado por la persona.
- El sentimiento de culpa es otra de las posibles consecuencias de los supervivientes, dado que se piensa en lo ocurrido y en cuál fue nuestro papel, en lo que se pudo hacer y no se hizo. Por ejemplo, se puede pensar “fue culpa mía que murieran tantas personas, yo podría haber salvado a algunas y me quedé paralizado”, “yo podría haberle sacado de allí”, “yo le insistí en estar allí”.
Además, puede aparecer una de las consecuencias más conocidas derivadas de la vivencia de un atentado terrorista: el conocido Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), que se caracteriza por revivir la situación, en este caso el atentado, una y otra vez, soñando y teniendo pesadillas sobre ello, o teniendo flashes de recuerdos, por ejemplo, cuando se va caminando por la calle. Esto ocasiona mucho malestar en la persona y, por eso, se tratan de evitar todas aquellas situaciones que recuerdan lo que ha ocurrido.
A esta lista las consecuencias hay que añadir otras derivadas de un cambio brusco en la vida y de tener las posibles lesiones físicas graves que limitarán su autonomía en el día a día. También hay que tener en cuenta que todas las personas pueden verse afectadas por un ataque terrorista y, por tanto, pueden sufrir cualquiera de estos síntomas aunque su expresión puede variar en función de la edad.
¿Sabemos cómo protegernos emocionalmente tras una situación traumática?
Existen personas con características personales que hacen que no desarrollen consecuencias psicológicas y emocionales graves tras situaciones traumáticas. Estas facetas funcionan como protectores ante posibles eventos catastróficos. Algunas de ellas son:
- Ser conscientes de las propias habilidades y limitaciones. De este modo, es posible establecer metas más realistas y objetivas teniendo en cuenta sus deseos y los recursos disponibles.
- Confiar en las propias capacidades. Creer en la posibilidad de alcanzar los objetivos marcados.
- Asumir las dificultades como una oportunidad para aprender. Ser capaces de ver que siempre hay algo que aprender de la situación vivida.
- Ver la vida con objetividad pero con optimismo. Desarrollar un optimismo realista y considerar que aunque ha ocurrido algo negativo, lo siguiente puede ser mejor.
- No intentar controlar cada una de las situaciones. Esta actitud ayudará a reducir la tensión y el estrés al que solemos estar expuestos de forma casi permanente.
- Ser flexibles ante los posibles cambios o acontecimientos. Valorar diferentes alternativas y ser capaz de adaptar los objetivos a las distintas situaciones.
- Buscar la ayuda de otros. Ser conscientes de la necesidad de apoyo social y solicitar ayuda profesional siempre que se necesite.
Todas estas características componen la denominada Resiliencia, es decir, la capacidad de las personas para resistir, sobreponerse y salir fortalecido de las situaciones adversas.
¿Nazco siendo resiliente? ¿O me hago?
Aunque hay algunas personas que poseen estas características desde una temprana edad, es una habilidad que no todo el mundo tiene, no obstante, es una capacidad que se puede desarrollar. Para ello, sólo hay que poner en práctica los puntos ya descritos, como por ejemplo: cultivar relaciones, tener un pensamiento optimista y realista, permitirse cometer errores y aprender de ellos.
Otra vía para contribuir al desarrollo de esta capacidad es a través de la educación de los más pequeños. Para ello, es conveniente no actuar de forma sobreprotectora y fomentar una mayor confianza en sí mismos; es decir, no se trata de evitar que les ocurra algo como una caída, sino enseñarles a levantarse. Una forma de llevar a cabo esta tarea es preguntarles a los niños qué pueden aprender de lo ocurrido y qué aspecto positivo pueden sacar de esta experiencia.
Natalia Correa Flores
Rafael Fenoy Castaño
Rosa I. Hidalgo-Barquero Torres
Referencias
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