Cualquier persona está expuesta a la posibilidad de experimentar algún suceso traumático a lo largo de su vida. No obstante, pese a todo el sufrimiento y dolor que lo acompaña, ¿hay algo que podamos aprender al respecto?
Resurgir de las Cenizas: la metáfora del Ave Fénix
Un suceso traumático es un acontecimiento estresante que irrumpe con fuerza en la vida de la persona, trastocando completamente su vida y suponiendo un “antes y un después” en la misma. Se trata de una situación que desborda plenamente al individuo, dejándole en un estado de absoluta indefensión y vulnerabilidad. Supone un cambio muy importante a nivel psicológico y de identidad, ya que se produce una total ruptura de toda la vida que hasta entonces tenía esa persona formada, lo cual supone un volver a empezar. Pero, ¿en qué consiste este “volver a empezar”?
Antiguas leyendas hablan de la existencia de un ave mitológica, conocida con el nombre de Fénix, la cual poseía la extraordinaria capacidad de, una vez llegada su muerte, arder hasta consumirse, para posteriormente resurgir, renaciendo nuevamente de sus propias cenizas. Además, también se decía que sus lágrimas poseían poderes curativos.
Esta acertada metáfora del Ave Fénix ilustraría lo que desde la psicología se conoce con el nombre de «crecimiento postraumático«, y daría cuenta de todos esos cambios de carácter positivo que las personas pueden llegar a experimentar tras haber vivido un suceso traumático. Los seres humanos poseemos una capacidad de adaptación muy fuerte que nos permite sobreponernos ante la adversidad y, en muchos casos, salir fortalecidos de la misma. De esta forma, es común que ante situaciones de carácter aversivo las personas encuentren nuevas habilidades y fortalezas características de su personalidad que no conocían hasta entonces.
De hecho, existe la llamada “hipótesis de la adversidad”, la cual postula que las personas necesitarían en su vida adversidades, problemas e incluso traumas, para alcanzar así los máximos niveles de fortaleza y desarrollo personal, a través de la puesta en marcha en el individuo de estas habilidades y recursos de afrontamiento hasta entonces latentes. Por tanto, esta hipótesis, si bien posee un carácter algo exagerado, nos encamina hacia la idea de que ninguna persona sabe lo que es capaz de soportar hasta que se expone a ello, hasta que vive una determinada situación, pues es probable que, al no haber vivido algo parecido, nunca haya tenido la oportunidad de descubrir dentro de sí misma estas fortalezas ocultas. No obstante, cabe destacar que no es el suceso en sí lo que hace que la persona llegue a este nivel y alcance este crecimiento, sino el modo en que dicha persona afronta la experiencia estresante.
De esta forma, una de las lecciones que algunas personas suelen concluir tras vivir un duelo (situación de pérdida) o una experiencia traumática, es que son mucho más fuertes de lo que en un principio creían y, en efecto, la nueva apreciación de esta fuerza interior les da confianza para enfrentarse a futuros desafíos. Así, se ha visto cómo las personas que han pasado por algunas de estas situaciones, una vez superadas y desarrollado su posterior crecimiento postraumático, parecen estar “vacunadas” contra futuros traumas; se recuperan más rápidamente, en parte, porque saben que pueden hacerlo.
¿Podemos, por tanto, hablar de los “beneficios del sufrimiento”?
El mundo en el que vivimos hace que diariamente nos veamos inmersos en un ambiente donde no estamos libres de poder sufrir algún tipo de enfermedad, accidente, catástrofe natural, atentado terrorista, episodio de violencia/acoso/abuso, alguna situación de pérdida (ser querido, aborto…), etc. ¿Podemos, de alguna forma, fortalecernos con la vivencia de estos episodios?
Parece ser que sí. Y es que incluso personalidades como el Dalái Lama afirmaron que “la persona que ha vivido experiencias más duras puede soportar con más firmeza los problemas que la persona que nunca ha experimentado el sufrimiento. Desde este ángulo, algo de sufrimiento puede ser una buena lección para la vida”. De esta forma, la adversidad y el sufrimiento tendrían la maravillosa capacidad de sacar a la luz talentos que, en circunstancias favorables y de bienestar, hubieran permanecido ocultos.
Además, el trauma modifica notablemente las prioridades, valores y filosofías de vida de las personas. Cambia entonces la forma en que la persona decide vivir su vida, las cosas a las que desea dedicar su tiempo, las metas que se plantea, etc., transformándose su vida en una vida mucho más enriquecedora de lo que lo era antes, y en la que cada experiencia agradable, cada momento de bienestar y felicidad al lado de la gente que se ama, se convierte en algo mucho más valioso y extraordinario. En definitiva, se vuelven personas capaces de apreciar de verdad la vida y de entender lo que realmente para ellas es importante obtener de ella. La adversidad les ha hecho encontrar un verdadero sentido vital.
Michael J. Fox, actor norteamericano (Regreso al Futuro), enfermo de Parkinson y actualmente director de una fundación para la investigación sobre esta enfermedad afirmó:
«Si usted se presentara ahora mismo en esta habitación y me dijera que ha hecho un trato con Dios, Alá, Buda, Cristo, Krisna, Bill Gates… o quien fuese, según el cual podría borrar los 10 años siguientes a mi diagnóstico, y cambiármelos por 10 años más de la persona que yo era entonces, le diría, sin dudarlo ni un instante, que se fuera a paseo».
Olga, 39 años, Directora General del Dpto. de Comunicación y Marketing de una importante empresa multinacional, se quedó embarazada de trillizos. El primero murió al nacer, el segundo, a los cinco meses y el tercero antes del año, todos ellos víctimas de una enfermedad de raíz genética. Tres años después, volvió a quedarse embarazada, en la actualidad tiene una niña sana y vital y comenta:
«La muerte de mis tres hijos es irreparable y estoy segura de que nunca podré superarlo. Pero hay una cosa que me queda. Ahora sé qué es lo importante. Soy mejor persona, de eso estoy segura. No necesito ganar más dinero, no quiero dedicar mi vida a ganar más dinero. Ahora sé que la vida es otra cosa. Mi hija es lo primero; pasear con ella y que sonría y verla crecer es lo más importante. Trabajo menos para ser más feliz. La pérdida de mis hijos […] fue la mayor tragedia que cualquier persona pueda sufrir, pero me ha cambiado para bien, me he dado cuenta de que soy más feliz con un paseo por el Retiro con mi hija que trabajando de sol a sol para conseguir un coche o una casa mejor. ¡Ojalá lo hubiese sabido antes!»
La Capacidad de Resiliencia: en busca del crecimiento personal
Parece claro que alcanzar este sentido vital que nos haga disfrutar y aprovechar al máximo todo lo que la vida puede ofrecernos pudiera ser la meta por excelencia de todo ser humano. Pero no debemos olvidar que para llegar a este estado es necesario desarrollar unas adecuadas capacidades de afrontamiento que nos permitan poder superar los diferentes periodos de sufrimiento o circunstancias vitales estresantes a las que todos nosotros en algún momento de nuestra vida nos veremos expuestos. Al conjunto de estas capacidades se le conoce bajo el nombre de «resiliencia».
Algunas de las principales características que debemos desarrollar en aras de convertirnos en personas resilientes son:
- Ser conscientes de las propias potencialidades y limitaciones.
- Desarrollar una fuerte capacidad creativa que nos pueda ayudar a transformar la experiencia dolorosa en una experiencia útil, de la que poder aprender algo.
- Confiar en las propias capacidades.
- Entender y asumir las dificultades como oportunidades de aprendizaje y maduración.
- Desarrollar del optimismo, el sentido del humor y sentimientos de esperanza.
- Establecer relaciones sociales enriquecedoras y buscar el apoyo social y la ayuda en los demás.
- Mostrarse flexibles ante los cambios y aceptar que estos son parte de la vida.
- No intentar controlar o dominar todo, asumiendo que existen numerosos acontecimientos que escapan de nuestra capacidad de control.
- Moverse hacia el camino de nuestras metas y valores.
Y, sobre todo, dedicar tiempo a cuidarse y a descubrirse a uno/a mismo/a.
«Cuando las más temibles tormentas comienzan a disiparse, la luz solar se filtra entre las nubes en fuga. Esta comunión dibuja el arco iris» Anónimo
Elena Flores Martínez, psicóloga en Aesthesis Psicólogos Madrid
Referencias
American Psychological Association (s. f.). El Camino a la Resiliencia. https://www.apa.org/centrodeapoyo/resiliencia-camino
Linares, R. (2014). Resiliencia: Los 12 hábitos de las personas resilientes. El Prado Psicólogos. https://www.elpradopsicologos.es/blog/resiliencia-resilientes/
Malo, P. (8 de diciembre de 2012). Crecimiento Post-traumático. Evolución y Neurociencias. https://evolucionyneurociencias.blogspot.com/2012/12/crecimiento-post-traumatico.html