¿Qué es la felicidad? ¿Estamos obligados a ser felices? ¿Cómo nos afecta esa búsqueda incesante?
A lo largo de la historia, la felicidad ha experimentado numerosos cambios no sólo en lo que se refiere a su concepto sino también en la manera de percibirla. Remontando a épocas pasadas, si se indagara acerca del concepto de felicidad, se asociaría a aspectos como la seguridad económica o con la buena salud. En cambio, hoy en día, con el avance de la sociedad y la mejora de las condiciones sociales, económicas y sanitarias, el concepto de felicidad ha incluido otros aspectos como la satisfacción con la imagen corporal, las relaciones sociales o el éxito profesional.
Todo ello se encuentra relacionado con la jerarquía de las necesidades humanas de Maslow, según la cual una vez han sido satisfechas las necesidades básicas, como la alimentación, vamos adquiriendo y desarrollando otras más elevadas.
¿Pero, realmente qué es sentirse feliz? Si se preguntase a cada persona lo que entiende por felicidad se obtendrían tantas respuestas diferentes como personas a las que se preguntase.
La moda de ser feliz
La búsqueda de la felicidad es una aspiración que se ha mantenido a lo largo de la historia independientemente de la época y de los cambios culturales.
En efecto, hay muchos autores procedentes de distintas disciplinas que señalan la idea de que la felicidad se trata más de un estado que un objetivo a alcanzar de forma permanente en el tiempo.
En los últimos años, todos los cambios mencionados anteriormente no sólo han surgido como consecuencia de los avances de la sociedad, sino que también han sido influenciados por otros factores. En concreto, parece haber una tendencia a impulsar e incluso “imponer” la idea de estar siempre feliz. Este es el ejemplo de algunas estrategias publicitarias cuyos productos tienen como slogan mensajes positivos o diferentes libros de autoayuda que nos enseñan herramientas sobre cómo estar mejor y, en definitiva, alcanzar la felicidad deseada. Todo ello, sin duda, contribuye a transmitir energías positivas y pueden resultar de mucha utilidad en nuestra vida cotidiana. El problema radica en la conversión de esta “cultura positivista” en un dogma que debiera mantenerse como si de una obligación se tratara de cara a una buena salud psicológica.
¿Para qué sirven nuestras emociones?
Si se realiza una breve búsqueda en internet, aparecen miles de “recetas” para ser feliz o claves para combatir un estado de infelicidad pero, ¿qué se puede decir de los efectos que produce este rechazo a sentirnos tristes alguna vez?.
Tal y como definía Ekman en 1972, existen 6 emociones fundamentales (alegría, tristeza, ira, miedo, sorpresa y asco). Todas ellas siempre han tenido una función evolutiva, pues ayudan a defenderse y a identificar situaciones que en ocasiones pueden influir en la supervivencia.
En esta misma línea, emociones como la alegría, indican el beneficio que tiene vivir una situación, con el fin de que en el futuro próximo se siga manteniendo o se haga una búsqueda dirigida a experimentarlo de nuevo. Pero si estos tipos de emociones avisan de aquellas situaciones que nos benefician ¿qué aportan las emociones asociadas a la tristeza, el sufrimiento o la soledad?:
- La tristeza es una emoción que se experimenta a lo largo de la vida en innumerables ocasiones ya sea por razones más dolorosas (por ejemplo, la pérdida de un ser querido) o por otras situaciones que aunque sean de menor intensidad, generan ese mismo sentimiento. Ante este hecho, las personas tienen la oportunidad de reflexionar acerca de aquello que genera malestar. Por lo que, de un modo u otro, esto genera un cambio en la forma de actuar de las personas, no sólo con uno mismo, sino con el resto de allegados a través de la empatía, la atención y el cariño hacia los demás.
- La culpa experimentada en situaciones donde se percibe que se ha cometido un error, al igual que la tristeza, genera un cambio en uno mismo, pues ésta suele ser el resultado de un comportamiento que se considera inadecuado. Por ello, lleva a hacer introspección y a tratar de buscar soluciones de aquello que genera culpabilidad.
- El miedo es conocido como la emoción más primitiva, por lo que no sólo se caracteriza por ser útil, sino que además es muy necesaria, ya que avisa para huir o defenderse de una situación amenazante. Hoy en día muchos de estos miedos ancestrales a través de los cuales los homínidos sobrevivían, no son necesarios y, sin embargo, se activan en situaciones inofensivas generando un miedo irracional. Cuando esta respuesta de miedo se activa en situaciones que no suponen un peligro real, sería conveniente poner un remedio para dejar de experimentar esas sensaciones tan desagradables. Sin embargo, en diversos casos el miedo será de gran utilidad, ya que permitirá evaluar la situación y actuar de la manera más adaptativa posible.
Como consecuencia, este tipo de emociones tienen un gran beneficio para el bienestar y adaptación a lo largo de la vida. Si bien es cierto, también pueden tener consecuencias dañinas para nuestra salud física y mental, cuando aparecen de forma desproporcionada o excesiva para el peligro real que supone la situación.
Por ello mismo, es importante sentir estas emociones al mismo tiempo que se aprende a regularlas, de tal modo que se obtenga un beneficio para el aprendizaje futuro, tanto con uno mismo como con los demás.
En definitiva, la influencia de los medios, de nuestra sociedad y de las creencias culturales llevan cada vez más a una falta de tolerancia y a una evitación de emociones como la tristeza o la culpa, igualmente naturales y necesarias. Aunque no cabe duda de la gran contribución que aporta el camino hacia lo positivo, no hay que olvidar la necesidad de promover otros recursos dirigidos a la normalización y aceptación de emociones negativas. Es decir, el permitirse experimentar la emoción que se necesite en cada momento sin sentirse mal por ello.
Pilar Martínez
Sara Muñoz
Referencias
García-Allen, J (s.f). Pirámide de Maslow: la jerarquía de las necesidades humanas. https://psicologiaymente.net/psicologia/piramide-de-maslow
Hervás, G (s.f). La nueva ciencia de la felicidad. https://humane.es/articulos/65-nueva-ciencia-felicidad/
Roda, C (2016). La felicidad es un estado, no una imposición. https://lamenteesmaravillosa.com/la-felicidad-es-un-estado-no-una-imposicion/