Desde tiempos inmemoriales se ha vinculado al demonio con el mundo de la oscuridad y de los sueños. Alejado de la luz y de la conciencia racional, el diablo ejercería su poder destructivo con total impunidad amparado por la nocturnidad.
Antes de que se formularan las modernas teorías psicológicas, los trastornos del sueño y la excitación sexual nocturna eran difícilmente explicables desde un punto de vista racional. Ante la imposibilidad de alcanzar una interpretación satisfactoria, se culpó a los seres malignos de aparecerse durante la noche para interrumpir el descanso de las personas y provocar las temidas pesadillas. Contemporáneamente se dotó a la sensación angustiosa característica del sueño agitado de una imagen plástica: la de un pequeño monstruo, vieja o demonio que, sentado sobre el pecho de los durmientes, oprime el corazón y los pulmones de sus víctimas, dificultando la respiración. Seres, por tanto, que literalmente pesan, motivo por el que se les conocía comúnmente con el nombre de «pesadillas».
El más famoso demonio del sueño es el íncubo (término con el que se designa a la pesadilla en algunos idiomas, como el italiano) que, en apariencia de varón, tenía contacto sexual con las mujeres mientras dormían. Menos conocido es su equivalente femenino, el súcubo, que aprovechaba su figura de mujer para tener contacto carnal con los hombres durante la noche.
Se conocen algunos testimonios tempranos que advierten de la falsedad de estas teorías supersticiosas. Así, por ejemplo, Alonso de Fuentes escribió en Suma de Filosofía natural (1547):
«Fantasma es quando soñamos algunas cosas diversas antes de ser bien dormidos, como ver diversas formas y alguno que vee venir contra sí para matarlo, lo qual le sube en tiempo que no sabe distinguir si está velando o durmiendo y por aquesto le vienen unos grandes sobresaltos. Y a las vezes le paresce venir no sé qué a la cama, lo qual se le pone encima y lo tiene muy opreso y que no puede hablar ni moverse, la qual cosa llamamos la pesadilla y en medicina yncubus.»
Sin embargo, las advertencias de los científicos no bastaron para terminar con esta extendida creencia, de la que se conocen abundantes testimonios literarios. Cabe mencionar el episodio de El Quijote en que Sancho golpea fuertemente a Maritornes pensando que está siendo atacado por una pesadilla:
«En esto despertó Sancho y, sintiendo aquel bulto casi encima de sí, pensó que tenía la pesadilla y comenzó a dar puñadas a una y otra parte, y, entre otras, alcanzó con no sé cuántas a Maritornes, la cual, sentida del dolor, echando a rodar la honestidad dio el retorno a Sancho con tantas, que, a su despecho, le quitó el sueño.»
A Heinrich Füssli, pintor suizo del siglo XVIII, se debe una de las más famosas figuraciones del diablo íncubo. En la imagen, un personaje maligno de mirada desafiante se sienta sobre el pecho de la mujer dormida, en clara actitud de excitación; al fondo aparece un caballo fantasmagórico, símbolo de la potencia sexual masculina.
La obra recrea el mundo nocturno del ensueño, la pesadilla y el erotismo.
Susana GP, psicóloga en Aesthesis Psicólogos Madrid
Bibliografía recomendada:
- James Amelang, “Soñar con el enemigo: el diablo en los sueños”, en El Diablo en la Edad Moderna, Madrid, Marcial Pons, 2004.