La escuela inclusiva es un reto del siglo XXI, la igualdad de oportunidades y la diversidad debe inundar las aulas enriqueciendo el aprendizaje del alumnado. El cambio es una cuestión de actitud que comienza por cuestionar las bases del sistema actual.
El pasado día 3 de noviembre, la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid albergó unas jornadas cuyo fin era tratar la inclusión de las personas con diversidad funcional en la escuela. Bajo el título «Desafíos para una vida de calidad con equidad para las personas con (dis)capacidad», se abría una jornada cuyo principal objetivo era hacer propuestas conjuntas con el propósito de que “la inclusión deje de ser un desafío para ser una realidad”.
“¿Hay alguien que no tenga discapacidad?”
Esta frase, dicha durante las jornadas por la madre de un afectado, representa un cambio de perspectiva que muchos profesionales comienzan a incluir en sus intervenciones. Y es que, en mayor o menor medida… ¿Hay alguien que no tenga discapacidad?” En diferentes proporciones cada uno de nosotros tiene un cierto grado de discapacidad: lleva lentillas, no oye del todo bien, no es capaz de expresar como quiere determinadas ideas…Así pues, como dijo la madre de un afectado en las jornadas: “¿hay alguien que no tenga capacidad?”.
Equipo Aesthesis no ha querido perder esta oportunidad de enriquecerse y de escuchar a profesionales, familias y personas con esta problemática que con su testimonio nos acercan un poquito de su realidad. Queremos acercar a nuestro público las propuestas de estas jornadas que nos han resultado interesantes, con el principal deseo de abrir un espacio de reflexión acerca de una temática tan compleja como es la inclusión de las personas con (dis)capacidad en la escuela ordinaria, favoreciendo, a su vez, el cambio de actitud que provoque que, en vez de hablar de discapacidad, se empiece a hablar de personas.
Uno de los principales retos: la escuela inclusiva
La escuela inclusiva es aquella que tiene como propósito el máximo desarrollo de todos los alumnos y la participación de todos por igual independientemente de la condición del estudiante. La educación inclusiva es lo opuesto a la educación segregada, donde los alumnos con diversidad funcional estudian en centros especializados. La inclusión está reconocida por la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006), tratado internacional de derechos humanos que promueve la igualdad de este colectivo.
La escuela inclusiva es una meta para los padres de alumnos con diversidad funcional quienes afirman que “creen en la inclusión, aunque no exista”. Reclaman la necesidad de que, en las escuelas ordinarias, haya una igualdad de oportunidades y una mayor participación en el sistema, es decir la constitución de una institución que tenga en cuenta la diversidad en lugar de la normalidad.
Los padres anhelan un sentimiento de pertenencia a la comunidad educativa.” los colegios se diseñan pensando en los hijos de otros, no en los nuestros…desde los recreos que dejan fuera al niño con silla de ruedas…, hasta la lista de materiales para empezar el curso escolar no tienen en cuenta las diferencias” Palabras de Mª del Mar González Noriega (Madre de una persona con diversidad funcional y miembro del CERMI comunidad de Madrid).
Entre las sugerencias que realizan los progenitores está, la de aumentar la formación de todos los miembros de la comunidad educativa desde los conserjes, los profesores, el personal de la limpieza, hasta el equipo directivo. Consideran que para el cambio sea plausible es necesario un cambio de actitudes que comienza por la instrucción de todo el sistema y no con la creación de especialistas, todos los miembros del centro acompañan en el proceso educativo.
Los grandes cambios parten de cosas sencillas
Ignacio Calderón (profesor de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Málaga) comentó cómo la educación tanto en contextos formales como informales es la llave para disfrutar de otros derechos: vivienda, política, o empleo. En definitiva, la educación es un derecho instrumental que se conecta con el futuro.
Calderón articuló su discurso bajo esta premisa “ser una persona con discapacidad no es una realidad biológica, no está en la persona está en las relaciones entre las personas”. En cierta medida no deja de ser una barrera artificial que ponemos nosotros cuando nos relacionamos. A pesar de las dificultades que estas personas tienen por su problemática, quizá los principales retos a los que se enfrentan son aquellos que el resto de la sociedad les pone.
Es en el contexto educativo donde se compromete el desarrollo crítico de la personalidad, en este tenemos nuestras primeras experiencias de socialización que servirán para afrontar las relaciones futuras que organizan nuestro entorno. Él aportó una serie de ideas sencillas que aplicadas al ámbito escolar, y que pueden ser extrapoladas a otros contextos, tienen un potencial transformador.
- Recuperar la humanidad de las personas con (dis)capacidad.
- Eliminar la discapacidad como opresión. (la exclusión no puede justificarse en diferencias individuales).
- Educar como acompañar (estar presentes en el proceso educativo).
- Proporcionar apoyo humano (respaldo en lo personal y no solo en lo académico).
- Permitir la participación en la toma de decisiones respecto a su proceso educativo.
- Evitar el uso de “etiquetas”. Nadie es síndrome de Down, sino que tienen un nombre y miles de cualidades que les definen como personas.
- Reconocer lo personal y las fortalezas.
En el desarrollo de las jornadas, se recalcó la idea de que cuestionar la norma es la clave para la inclusión en la escuela. Sin embargo, en muchas ocasiones los profesionales preferimos cuestionar a la persona sosteniéndonos en frases como “este niño no aprende”; olvidando que tal vez sea el sistema en el que nos hayamos inmersos el que impide en cierta medida a este niño aprender.
Como se ha comentado anteriormente en los procesos de socialización se reproduce esa normalidad. Es el contexto, el que te dice como sentir o cómo pensar. La normalidad sustenta la organización, las leyes y la jerarquía quedan avaladas por un marco político y legal. Lo normal es lo que gestiona los espacios, los tiempos, lo lúdico y la formación, dejando fuera a lo “raro” a aquello que no respeta lo que hemos considerado como normal.
La escuela tiene que ser un instrumento que cuestione la norma; poner un interrogante a lo obvio puede ser el principio del cambio. El cambio es una cuestión de actitud y a diferencia de lo que creemos, el sentido común no es transformador, “solo es el poso de la cultura”.
Concluyendo el artículo solo cabe decir que es indispensable una visión más relacional de la escuela. Si los problemas están el cuerpo de otra persona, es fácil que no lleguemos a cuestionar que el cambio está en nosotros. Luchar por conseguir una escuela inclusiva es un reto del siglo XXI, eliminando la segregación y construyendo un cambio sustentado en planes individualizados de apoyo y medidas personalizadas para evitar la exclusión. En definitiva, se trata de adaptar el sistema a los niños y no los niños al sistema.