El dolor es una patología que actualmente presentan millones de personas. En España, el porcentaje de población que lo padece se sitúa en torno al 23,4%, siendo una de las problemáticas que mayores repercusiones tiene hoy en día
Por otro lado, se ha convertido en una de las principales causas de sufrimiento y angustia debido a que dicha dolencia va acompañada de otros factores de distinta naturaleza. De esta forma, una patología que ha sido considerada hasta hace muy poco tiempo como una condición de carácter orgánico, ha pasado a considerarse como una problemática de índole psicológica o social debido a la expansión de las repercusiones de la misma.
En esta misma línea, se ha visto una notable evolución en la concepción del dolor, pasando de distintos planteamientos simplistas hasta los actuales modelos multidimensionales, llegando a convertirse en una problemática compleja a partir de diversos avances neurológicos y, en especial, de las investigaciones de Melzack y Wall con la denominada “Teoría de la Puerta”.
Como consecuencia, se ha incrementado el número de investigaciones en relación al papel de los factores de índole psicológica en el proceso de dolor. Dentro de este campo, se ha incorporado el modelo de estrés de Lazarus que profundiza en la evaluación y afrontamiento de la persona ante un evento potencialmente amenazante. Según esta teoría, la experiencia de dolor podría provocar una mayor o menor discapacidad en función de cómo sea valorada y afrontada.
¿Qué es el dolor?
La definición de esta problemática ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, lo que ha generado nuevas formas de estudio y tratamiento. Las primeras definiciones hacían énfasis en el carácter físico u orgánico de esta patología, por lo que contemplaban dicha dolencia como una sensación física que surge como consecuencia directa de un daño tisular. Desde esta perspectiva, si hay dolor, tiene que haber una herida o daño que lo justifique.
No obstante, más adelante, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) lo describe como una “experiencia sensorial y emocional asociada a una lesión real o potencial”. Como resultado, la psicología comienza a tener una mayor relevancia en el estudio y tratamiento de esta patología. Asimismo, al destacar esta definición un “daño potencial”, se incluyen los casos en los que hay una sensación de dolor sin una lesión real; por tanto, se comienza a hablar de una posible percepción de dolor en la que no se detecta una causa orgánica.
Actualmente es considerado como un fenómeno multidimensional compuesto por una experiencia perceptiva y afectiva que se encuentra condicionada por diversos factores interactivos (orgánicos, psicológicos, sociales, culturales, etc.). En esta línea, es a partir de los años 80 cuando el dolor se comienza a entender como una experiencia subjetiva compleja que requiere de una intervención de naturaleza biopsicosocial, es decir, pasa a ser considerado como el resultado de la interacción de factores de distinta naturaleza. Dichos factores pueden producir, mantener y/o agravar la dolencia existente actuando como moduladores que influirán en la experiencia subjetiva interna, la estimulación nociceptiva y las respuestas de la persona. Asimismo, se ha visto que los factores psicológicos juegan un papel fundamental en las problemáticas que implican la presencia de dolor crónico, como la fibromialgia, siendo dicha cronificación una patología en sí misma.
Factores psicológicos asociados al dolor
Por otro lado, a través de diversas investigaciones se ha podido observar que variables cognitivas y emocionales como ansiedad, tristeza o ira, pueden explicar mejor las diferencias encontradas en relación a la percepción y tolerancia al dolor que otras variables de personalidad.
En muchas ocasiones, el dolor puede generar algún grado de discapacidad debido a las repercusiones que genera en distintas áreas de la vida (laboral, académica, familiar, etc.). Asimismo, son frecuentes los sentimientos de inutilidad y las alteraciones en el humor, lo que puede generar un deterioro en las relaciones interpersonales.
En el ámbito social, son frecuentes los sentimientos de incomprensión incluso por parte de los más allegados. Asimismo, la dificultad para establecer un diagnóstico médico y un tratamiento adecuado a estas patologías, incrementa la percepción de incomprensión por parte de los profesionales. Esta situación, junto con las alteraciones en el estado de ánimo y los conflictos interpersonales, puede dar lugar a la presencia de un continuo sentimiento de soledad.
Por otro lado, algunas de las respuestas emocionales más asociadas al dolor son las siguientes:
- Ansiedad. Su relación con esta problemática se ha puesto de manifiesto a través de distintas investigaciones. La ansiedad actúa como un potenciador capaz de incrementar la intensidad de la sensación percibida y el mantenimiento del dolor. Asimismo, se ha podido observar que la población de personas con dolencias que implican dolor crónico, presentan mayores índices de ansiedad y una mayor tasa de trastornos relacionados con la misma.
- Alteraciones emocionales. La depresión es una de las patologías que mayor interés ha suscitado a los investigadores del dolor. En algunos de los estudios realizados se ha podido observar una mayor prevalencia de esta patología en personas que padecen dolor crónico. A pesar de ello, dicha prevalencia se ha mostrado muy variable en las distintas investigaciones, lo que dificulta la posibilidad de determinar el nivel de comorbilidad entre ambas problemáticas.
- La ira. Se trata de una de las respuestas emocionales más observadas en la investigación sobre el dolor crónico. Dicha respuesta se ve favorecida por diversas situaciones como la escasa información disponible sobre la etiología de la problemática, los fracasos en los distintos tratamientos, las quejas somáticas persistentes, etc. Estas situaciones pueden generar una sensación de frustración continua y derivar en una respuesta de ira intensa. La ira es una de las emociones que mayor activación fisiológica pueden producir sobre el organismo generando, como consecuencia, un incremento en el índice de dolor percibido.
En esta misma línea, otros de los factores que han sido vinculados a esta problemática son los siguientes:
- Historia previa. Al igual que ocurre con el resto de patologías, la historia previa de la persona incide sobre el origen y el mantenimiento de las mismas. En referencia al dolor crónico, las personas que padecen este tipo de problemática poseen, en un mayor porcentaje, progenitores con una patología similar en comparación con sujetos sin dolor. Por otro lado, en relación a las vivencias remotas de estas personas, se ha encontrado una mayor prevalencia de situaciones estresantes y adversas.
- Apoyo social. Este factor ha sido considerado como un modulador del dolor. En esta línea, las investigaciones han indicado la presencia de un menor dolor y/o discapacidad en las personas que gozaban de una mayor red de apoyo social percibido. A través de dicho apoyo, los individuos tendrán la posibilidad de compartir su experiencia y, por tanto, sentirse escuchados; asimismo, también podrán recibir más información, lo que podría mejorar sus estrategias de afrontamiento.
- Estrategias de afrontamiento. Este tipo de estrategias han sido vinculadas a variaciones en parámetros implicados en la percepción de dolor, en la respuesta emocional y en sus consecuencias (discapacidad, interferencia…). Asimismo, diversas investigaciones observaron que las estrategias empleadas por los individuos predecían su ajuste a la dolencia. En esta línea, el afrontamiento pasivo se asoció a una mayor intensidad y frecuencia de la percepción del dolor, un mayor nivel de estrés y mayor frecuencia en las visitas médicas. Por otro lado, el afrontamiento activo fue asociado con un descenso en los parámetros del dolor y de la discapacidad o interferencia.
Para finalizar, es preciso destacar que la evolución del concepto de dolor ha implicado un cambio en las modalidades de intervención donde el tratamiento psicológico se ha convertido en un elemento esencial que forma parte de muchos paquetes de intervención multidisciplinar. No obstante, a pesar de conocer la gran influencia de los factores de naturaleza emocional en esta patología, la presencia de psicólogos sigue siendo escasa en algunas de las unidades de tratamiento del dolor.
Rafael Fenoy Castaño, psicólogo en Aesthesis Psicólogos Madrid
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