El amor está en todas partes (Presley, 1967). Es difícil que podamos imaginar una película, serie de televisión, obra de teatro o literaria en la que no esté presente en alguna de sus formas (amor romántico, filial,…). Si esto es así es porque sin duda marca nuestras vidas: juega un papel fundamental en la felicidad humana, en la salud y en la satisfacción general (Argyle, 1987; Barrón, 1990).
Sin embargo, definir qué es el amor no es tarea fácil. Al intentar hacerlo, y si nos centramos en el amor romántico (que suele ser el que más rompederos de cabeza da), son muchos los investigadores e investigadoras que consideran imprescindible hablar de “mitos” cuando estamos hablando de “amor”. ¿Por qué? ¿Cuál es la relación?
Ferrer, Bosch y Navarro (2010) sugieren que “un mito es una creencia, (que) aunque se halla formulada de manera que aparece como una verdad y es expresada de forma absoluta y poco flexible”. Son creencias que suelen poseer una gran carga emotiva, concentran muchos sentimientos, y suelen contribuir a crear y mantener la ideología del grupo y, por ello, suelen ser resistentes al cambio y al razonamiento.
Los “mitos románticos”
Yela (2003)1 define los mitos románticos como “el conjunto de creencias socialmente compartidas sobre la naturaleza del amor”, y que – al ser mitos – pueden ser ficticios, absurdos, engañosos o imposibles de cumplir. Barrón y cols. (1999)2 y Ferrer, Bosch y Navarro (2010)3 clasificaron estas creencias, en base a los trabajo de Yela, de la siguiente forma:
- El mito de la equivalencia: El amor debe ser entendido necesariamente como una intensa pasión (es decir, se toman “amor” y “estar enamorado” como equivalentes). Por lo tanto, si una persona deja de estar apasionadamente enamorada de su pareja es que ya no la ama y debe poner fin a la relación. Este mito fue introducido por el amor cortés y potenciado por el Romanticismo. Sin embargo, cabe decir que las investigaciones sobre el tema han demostrado que los procesos psicológicos de las fases de enamoramiento intenso van modificándose con el tiempo, dando lugar a otro tipo de proceso.
- El mito de la “otra mitad” (o media naranja): Asume que hay alguien predeterminado para cada persona y que es la única elección posible. Tiene su origen en la Grecia Clásica y toma aún más importancia con el Amor Cortés y el Romanticismo. Puede conllevar un nivel de exigencia excesivamente elevado en la relación de pareja (con el consiguiente riesgo de decepción), o una tolerancia excesiva (ya que si considera que se está con “la pareja ideal” habrá que permitirle más o esforzarse más uno/a mismo/a para que las cosas funcionen).
- El mito de la exclusividad al estar enamorado/a: Asume que es imposible estar enamorado/a de dos personas al mismo tiempo. Su aceptación puede conllevar conflictos internos para la persona y conflictos en la pareja (si existen sentimientos fuertes hacia otra persona, se asume automáticamente que eso sólo puede significar no estar enamorado de la propia pareja)
- El mito de la pasión eterna: La creencia de que la pasión de los primeros momentos de la relación, si es auténtica, debe (o debería) durar para siempre.
- El mito de la omnipotencia (o “el amor lo puede todo”): Implica que el verdadero amor superará toda clase de obstáculos. En consecuencia, podrá ser utilizado “como excusa” para no modificar determinados comportamientos o actitudes, o llevar a la negación de los conflictos de pareja, dificultando así su posible afrontamiento. Este mito, al igual que el de la Equivalencia, fue introducido por el Amor Cortés y potenciado por el Romanticismo.
- El mito de la fidelidad: Supone que si alguien está verdaderamente enamorado/a será fiel a su pareja (lo que implica que si se es infiel, es que no se amaba a la pareja verdaderamente). Da por hecho que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse con una única persona (la pareja), si se la ama de verdad.
- El mito del matrimonio (o de la convivencia): Considera que el amor es la única razón para casarse, es decir, que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja. Es a finales del Siglo XIX cuando se inicia la corriente que vincula por primera vez en la historia amor romántico, matrimonio y sexualidad. El matrimonio dejó de ser concertado y pasó a ser por amor.
- El mito de la pareja: Presupone que la pareja heterosexual es algo natural y universal, inherente a la naturaleza humana y que está presente en todas las culturas (al igual que la monogamia). Esto puede suponer conflictos internos a personas que elijan no estar en pareja, estar con más de una persona o con personas de su mismo sexo.
- El mito de los celos: Es la creencia de que los celos son un signo inequívoco de amor, sin el cual es amor verdadero no puede ser tal. Fue introducido por la cristiandad y garantizaría la exclusividad (es decir, que sólo se pueda amar a una persona a la vez) y la fidelidad (Ferrer, Bosch, Navarro y Ferreiro, 2010).
Posiblemente serán muchas las personas que no estarán de acuerdo en estos puntos, argumentando que el amor no puede definirse o medirse. A pesar de esto, resulta inevitable que los teóricos de psicologia clinica intenten conceptualizar algo que trae de cabeza a tantos y tantos pacientes, y que sigue siendo central en numerosas investigaciones actuales.
Sandra Toribio Caballero – Psicoterapeuta (Psicóloga Col. Nº M-21691).
Bibliografía
1) Yela, C. (2003). La otra cara del amor: mitos, paradojas y problemas. Psicología Social, 1(2), 263-267.
2) Barrón, A., Martínez-Iñigo, D., De Paul, P. y Yela, C. (1999). Romantic beliefs and myths in Spain. The Spanish Journal of Psychology, 2(1), 64-73.
3) Ferrer Pérez, V. A., Bosch Fiol, E., Navarro Guzmán, C., Ramis Palmer, M. C. y García Buades, M. E. (2008). El concepto de amor en España. Psicothema, 20(4), 589-595.
4) Precht, R. D. (2009). Amor. Un sentimiento desordenado. Un recorrido a través de la biología, la sociología y la filosofía. Madrid: Siruela.